Ayer, como un día convencional me levanté a la hora habitual para trasladarme al lugar donde laboro. Mientras iba abordo del bus que en algunas ocasiones tomo, ya se hacía manifiesto en la gente una alegría en cada uno de esas personas que transitaban en la calle. Algunos para dirigirse a sus trabajos, otros no tan afanados visitaban a los vendedores de camiseta de la SELECCIÓN COLOMBIA. Muchos describían con el particular estereotipo de los propios personajes espantajopos que nunca han sido fieles seguidores del deporte teofilístico por excelencia: el fútbol. Llegué a la oficina y le comentaba a mi buen amigo Ernest que se sentía un ambiente meramente friístico en los alrededores de la 84, lo que generó de manera irremediable alguna seguida manifestación de canciones clásicas que salen a relucir siempre que el grupo de carruchones vestidos de amarillo, azul, y rojo salen a la cancha para representar a la inmarcesible de nuestra patría. En esta ocasión s...